viernes, 4 de abril de 2014

De mayor no quiero ser

El título ha quedado un poco a lo Yoda, ¿no?

Hoy me apetece hablar un poco de las diferencias generacionales.

Por un lado están las típicas padres-hijos o abuelos-nietos. Y por otras las inherentes a la época a la que pertenecemos, ya que no son lo mismo los padres de antes, que los padres de ahora.

Te puedes llevar relativamente bien con tus padres, pero las discusiones son inevitables. Y no me refiero al típico conflicto adolescente de "quiero salir hasta las 1000 de la noche y mis padres no me dejan", que también se puede debatir. Me refiero a que llega un punto en el que ya te has formado realmente como persona, tienes tu carácter, tus opiniones, tu manera de hacer las cosas pero "mientras vivas en esta casa harás lo que yo te diga". Madre mía, qué pesadez.

Hay un momento en la vida de todos (y reitero, me refiero ya a una edad madura,  cuando ya te has desarrollado completamente a nivel personal) en el que te la empieza a soplar y dices "sí, mamá, sí papá" cuando te están dando la chapa lecciones de la vida y luego haces lo que te sale del alma. Y esto no es malo, es normal. Es ley de vida. Es el punto de inflexión en el que no dejas a tu madre que te reorganice las toallas porque "así no se doblan" o le explicas a tu padre que no es necesario que monte un pollo en tu nombre en un establecimiento, que ya te quejarás tu sola.

Y no es que los hijos seamos unos desagradecidos, o al menos yo pienso que la gran mayoría no lo somos. Se trata de que no nos pueden seguir guiando paso a paso y a su ritmo por la vida porque nosotros ya sabemos andar solos.

Mil veces nos van a decir que lo estamos haciendo mal, que no tenemos razón, que no sigamos adelante con nuestro "capricho". Gracias por la opinión (que puede que ni siquiera os haya pedido) pero quiero ejercer mi derecho a equivocarme y aprender de la experiencia o lamentaré toda mi vida no haberlo intentado porque a vosotros os parecía mal.

A lo mejor vosotros tenéis unos padres superguays, pero la gran mayoría tenemos unos padres normales de los de toda la vida. De los que cambian de canal cuando sale una teta, te controlan las notas, te dan un cachete en el culo, te regañan si te caes y no te dejan bañarte hasta que no han pasado 2 horas desde que comiste. Seguro que en algún momento de vuestra vida os habéis cruzado con alguien con ese espécimen raro de progenitor chachi y te morías de la envidia: compraba cualquier cosa que le pidiera su churumbel, no le ponía hora para salir, hablaba contigo de tú a tú, respetándote como la persona humana que eras y dándote consejos para sobrellevar la mano dura que te esperaba en casa. Pues bien, a lo largo de los años he comprobado que un alto porcentaje de esta clase de padres era más joven que los míos y por tanto más modernillos. Y cuan grande ha sido mi horror al comprobar que a medida que pasaban los años se iban haciendo más tiquismiquis, menos enrollados y más carcas.

¿Eso es lo que pasa? ¿Hay una edad a partir de la cual te conviertes en un brasas? ¿Estamos condenados a dar por saco a nuestra descendencia por algún tipo de alarma genética en nuestro cerebro? Como os digo, parece ser que sí. Hasta los más guays se vuelven un verdadero coñazo alrededor de los 45 (comprobado científica y empíricamente, y no os pongo los informes porque me lo estoy inventando todo, claro) y de ahí pa' lante sólo empeoran.

Otra cuestión son los conflictos que surgen por los cambios en la sociedad. En mis tiempos de la ESO mis amigas salían de noche pero a mi no me dejaban. Esto con 13 o 14 años te parecía la injusticia más grande del universo. En cierta forma lo es. Ahora que tengo 29, entiendo que una niña de esa edad no es suficientemente madura para estar tirada en la calle. Pero habiendo sitios donde se pueda estar recogíos y ocupándote de llevarlos y traerlos (por qué no ponerse de acuerdo con otros padres y turnarse) ¿por qué vas a privar a tus hijos de tener una vida social fuera del colegio? Cuantas veces he escuchado : "pues sales más temprano, de día" y mi contestación era "a esa hora no sale nadie, saldría sola".

Y eso que nosotros íbamos a los billares y a jugar al futbolín. Miedo me da, cuando yo tenga hijos, si ahora se ponen como las grecas en los botellones a una edad en la que yo aun jugaba a las Barbies con mi hermana. Intentaré por todos los medios que mis niños sean niños todo el tiempo posible, pero no privarlos de pertenecer a un círculo social. Eso sí, interésate por el círculo social de tus hijos. Invita a sus amigos a dormir a casa, conoce a sus padres. Es posible que si conoces con quien se mueven, te resulte más fácil confiar en ellos (o al revés, y sabes que tienes que echarle los dos ojos, en vez de uno).

Si educas a tus hijos de forma sana, se comportarán de forma sana. Quizá salgan con otros que beban y fuman, y ellos no lo hagan. Y si los pillas haciéndolo no les arrees un bofetón delante de su pandilla, o le des un manotazo en la mano al grito de "¡no!¡caca!". Explícales razonadamente por qué es perjudicial para él.

Todo esto viene a que llevo en mi casa desde julio y voy a tirarme por una ventana (o tirar a alguien, me da por días). Fritita por emanciparme y vivir mi vida a mi manera, a menudo me encuentro reflexionando sobre la necesidad que tiene mi madre de que me levante como si tuviera un muelle en el culo para hacer algo que no corre ningún tipo de prisa o de que mi padre me diga que "así no se barre" cuando yo a él no lo he visto a barrer en mi puñetera vida. Y me planteo: ¿seré yo TAN cansina dentro de 10,15 o 20 años? Ya tengo mis ramalazos, no os creáis, pero todavía soy capaz de morderme la lengua y decirme a mí misma que no me meta donde no me llaman.

El otro día, hablando del tema, surgió la idea de recopilar estas cosas que ahora mismo como hija, me repatean. Sería un recordatorio para mi yo del futuro de esas frases, actitudes y manías que llevo años prometiéndome a mí misma que no quiero repetir, que yo seré diferente. Puede ser un experimento interesante:

¿cambiaré tanto como para que me la pele muchísimo lo que anoté como comportamientos reprochables?; 

¿me golpeará la realidad de los cambios e intentaré cambiar?;

¿veré un lado diferente de las cosas y comprenderé que había que estar en la situación para entender de lo que estaba hablando?; 

¿utilizaré esas notas como mantra cuando sienta que me posee el espíritu de mis ancestros y así mantenerme en un estado perpetuo de madre chachi?

Aaaah... ¿quién sabe? Pero creo que merece la pena intentarlo como experiencia personal.

Vaya tochos os meto últimamente, queridos NO lectores. Menos mal que no me leéis. Estaré encantada de no lees vuestras batallitas de padres e hijos en los comentarios.

Besis

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